
El gran desfase
Con las manos atadas, de Claudia Piñeiro. Dirigida por Sara Mon. Con Mariana Arrupe y Mario Mahler. En El Método Kairós Teatro, El Salvador 4530 Caba. Funciones: Sábados 5, 12, 19 y 26 de abril de 2025, 18 horas.
La crónica policial ha relatado que el hecho tuvo lugar en una escribanía del centro de la ciudad en ocasión que los dos últimos trabajadores, la escribana y su secretario, finalizaban las labores del día. Allí fueron sorprendidos por al menos dos sujetos del sexo masculino, respecto de los cuales aún se desconocen sus identidades. Los delincuentes se fugaron con el botín previo encerrar a las víctimas en el interior del archivo, con las manos atadas. Fueron rescatados por la empleada al comenzar el día siguiente quien dio aviso inmediato a la autoridad policial de lo acontecido. El móvil del asalto aún permanece en investigación. Lo ocurrido en la noche se mantiene en la más estricta reserva.
Basada en la dramaturgia de Claudia Piñeiro, la escritora que se apropia del género policial, esta comedia dramática se construye por el dominio actoral de Mariana Arrupe en el personaje de Elena –la escribana- y Mario Mahler en el rol de Gutiérrez, el secretario. Ambos permanecerán durante todo el desarrollo de la pieza teatral de espaldas y con las manos atadas. Esta imposibilidad física tensará la trama en una serie de movimientos que dificultan la acción de los cuerpos y potenciará el clímax atravesado por secuencias cómicas y confesiones dramáticas que articulan en sensaciones encontradas. Los actores exploran el miedo ante el paso de las horas en completa soledad, la angustia por estar prisioneros sin salida y la desolación por permanecer junto a quien reconocen como extraño.
La obra revela con absoluta sagacidad como todos podemos vivir inmersos en nuestra propia cotidianidad desconociendo la ajena. La ruptura generada por el azaroso atraco se consolida como oportunidad para conocerse. Dos personas que han habitado por años un mismo espacio laboral se des-cubren en su interioridad mediante confesiones de gustos, conflictos, anhelos e historias de vida. Invita a preguntarse: ¿Cuánto en verdad sabemos de quien comparte nuestras labores diarias? ¿Acaso basamos las consideraciones en prejuicios y juzgamos en base a las apariencias? Una obra que interpela con crudeza sobre la soledad del individuo de los tiempos modernos. Y admite el desfase de la comunicación cuando nos desplazamos en realidades ambivalentes.
La escenografía y puesta en escena posibilita la construcción verosímil de un espacio que ha sido arrasado por un despliegue delictual. Protocolos y expedientes esparcidos en desorden por el piso, en cuyo centro, se colocan los actores sujetos por sus manos y de espaldas. Por ratos permanecerán sentados y harán intentos por levantarse o acostarse, incluso se apropiarán del cuerpo del otro como soporte para resistir. Los indicios sonoros que irrumpen en el comienzo de la diégesis darán la impresión que los ladrones ya se encuentran en retirada fugaz. Sara Mon crea climas intimistas que promueven desahogos de los personajes imbricados en vidas solitarias. Aunque no resta potencia a la comicidad cuyo eje se consolida en la alteridad. Juega con los disímiles en apuros pero los reúne en puentes para vincularse en la diferencia.
“Que el mundo entero se enamorará de la noche. Y no rendirá honores al llamativo sol” dirá Julieta, en el clásico de Shakespeare. Así la noche habilita un tiempo en el que dos extraños pueden conocerse sin portar las máscaras de lo cotidiano. La comunicación sin desfases logra consolidarse de manera genuina y humana, demostrando que somos aquellos que habitamos el manto de la noche cuando la luz desvanece lo auténtico y el día se ofrece como una oportunidad para las almas solitarias.