
Sólo en su limitación el teatro encontrará su fuerza
Actores Sueltos. Alejandro Catalán, Córdoba, Ediciones DocumentA / Escénicas, 2022.
Ocurre en el teatro, como en la vida, la imposibilidad de desvincular los acontecimientos de su contexto social. Los modos de producción que el mercado actual impone en el trabajo en general, y en el arte en particular, dañan el vínculo genuino no solo con la creación, sino también con los tiempos que esta demanda y con las esperas necesarias para la construcción colectiva. “Asumir nuestra actuación como un acontecimiento cuya matriz dinámica es la fiesta suena hermoso, pero requiere excluir condiciones y sentidos que hoy creemos ineludibles para viabilizar nuestra actuación y nuestra existencia”, afirma Alejandro Catalán como un síntoma irremediable. Es sabido que la inercia es la mayor fuerza conocida; nuestros tiempos modernos nos conducen a un trabajo en serie, sujeto a imposiciones temporales y regido por lógicas mercantiles que pretenden obtener más en el menor tiempo posible. “Maneras de actuar, maneras de vivir” es la primera cita que convoca el autor y atribuida a Kazuma para pensar (nos) con veracidad.
El título del libro, una suerte de manual del actor o compendio de disparadores para repensar el arte de la actuación, nos invita a imaginar cuerpos generosos tanto en la entrega como en la recepción. En esa línea, enfatiza: “Actuar para festejar el cuerpo conecta al teatro con el crudo fundamento vincular, perceptivo y presencial que lo distingue”. Conectar con las sensaciones primarias motoriza el proceso creativo, ya que Catalán —discípulo de las enseñanzas de Ricardo Bartís— comprende que el cuerpo es el capital por excelencia con que cuentan los artistas, y es “a partir de” ese estar presentes y conectados que es posible producir sentido teatral. Ya lo decía el maestro Bartís en su clásico Cancha con niebla: “Nunca estoy más presente que cuando estoy actuando”, según su modo de concebir la creación artística como un juego escénico de los actores, en los ensayos, prescindiendo del texto escrito.
Ópera prima del autor, este pequeño libro, tanto en extensión como en tamaño, se estructura en cinco capítulos en los que apela a las voces de referentes del ámbito teatral. Selecciona, en primer lugar, a Kazuma, un actor y director de teatro Noh del siglo XVII, evocando sus citas como máximas. En segundo lugar, está San Ginés de Roma, el actor santo mártir del siglo III; le sigue el actor y director de cine estadounidense Peter Sagliatti; luego, a quien presenta como director de teatro de la URSS, Theodor Soloviov, y, finalmente, el actor argentino Alejandro Urdapilleta. Pareciera que no importan la época ni el lugar para percibir la esencia del arte teatral, ya que cada sección está atravesada por un mismo hilo conductor, resumido concretamente en el discurso de Soloviov: “Si en nuestro teatro el cuerpo ha sido todo lo libre que nuestra razón le ha hecho posible, serán los cuerpos de los actores los que inventarán el sentido de sus actos en el revolucionario momento de hacerlos”. Con la particular selección de citas, fragmentos de ponencias y oraciones cristianas con los que diagrama su ensayo y dispone el material elegido, pareciera sugerirnos a lo largo del relato que está ‘prohibido olvidar’ aquello que constituye la matriz del lenguaje teatral. Se reserva para sí el capítulo homenaje al actor Alejandro Urdapilleta, a quien nombra “El Rey de la Fiesta” (teatral), recuperando fragmentos de entrevistas como fundamento de su indeclinable postura ante el mercado teatral. Junto a su recuerdo, recorre obras y puestas teatrales que lo destacaron por su talento. Debido a su espíritu artístico, inigualable y rebelde, se convirtió en un inadaptado para las exigencias que imponía la época. ¿Acaso importa? Catalán retoma la idea central al decir: “Actuar es una manera de vivir, y lo más conmovedor que nos transfundió Urdapilleta no fue ni su talento, ni un personaje en particular: fue su libertad”. Libertad como brújula, quimera a la cual aspirar, combustible para no declinar.