EL PESO DE LA CORONA
Ricardo III, Yo nací roto. Dirección a cargo de producciones La cuarta pared. Adaptación de dramaturgia de Jazmín García Sathicq. Con Horacio Rafart. En Dynamo Teatro. Calle 17 nro. 1754 (la esquina de 17 y 68) en La Plata. Próxima función: sábado 6 de diciembre de 2025, 21 horas.
La obra despliega una lectura actualizada del ascenso y la caída del duque de Gloucester. La escena se abre en el espacio sobrio de Teatro Negro (en ocasión de su estreno), donde Horacio Rafart encarna a un Ricardo que se observa y se narra mientras avanza hacia el poder. Su ambición, su dominio de la palabra y su carisma oscuro se entrelazan en una figura que atrae y repulsa a la vez.
El dispositivo enunciativo se apoya plenamente en la teatralidad: Ricardo irrumpe como narrador de su propia ruina, arquitecto de su mal y guía de nuestras miradas. Rafart expone los mecanismos de la manipulación, haciendo visibles las ironías y estrategias que Shakespeare traza con precisión. La palabra se convierte en una herramienta punzante que revela el poder del discurso para seducir, engañar y dominar. El cuerpo del actor acompaña esta retórica con una “deformidad” reimaginada, más simbólica que literal, pero igual de perturbadora. Su voz se quiebra o se endurece según la emoción que habita al personaje, y su mirada directa interpela al público, pidiendo una complicidad que incomoda. Esta figura megalómana es consciente de ser parte de una maquinaria de poder que lo excede, y sin embargo la abraza con voracidad.
“Ahora es el invierno de nuestro descontento”, pronuncia Ricardo, y la frase se vuelve puente entre tiempos distantes. En esta versión unipersonal, la condensación del elenco refuerza el foco en su figura, potenciando cada gesto y cada matiz. Las onomatopeyas de jabalí que reproduce intensifican su condición animal, revelan la brutalidad y el instinto depredador que laten en él.
La puesta fragmenta la estructura del texto shakesperiano, seleccionando escenas emblemáticas y entrelazándolas con materiales contemporáneos. El resultado es un mosaico que abandona la linealidad en favor de una lectura cruzada entre pasado y presente. Esta operación permite que el clásico despierte nuevos sentidos y dialogue con las tensiones políticas actuales. La escenografía, inspirada en la estética de Tadeusz Kantor, utiliza muñecos y cuerpos inertes como sustitutos de los personajes ausentes. Esta decisión escénica refuerza la idea de cosificación, mostrando un mundo gobernado por la degradación y la ambición. La iluminación y el diseño sonoro acompañan con precisión quirúrgica, incorporando momentos operísticos y ruidos de helicópteros que evocan episodios de la historia argentina reciente.
La dirección imprime una ruptura del canon y abre un diálogo entre el drama histórico y la política contemporánea. Su mirada aguda explora la moral del poder, la seducción del liderazgo y la corrosión de las instituciones. La escena se convierte así en un territorio donde las sombras del pasado iluminan los miedos del presente.
La obra transforma la reflexión shakesperiana sobre la ilegitimidad del tirano en una advertencia sobre el autoritarismo que resurge en el siglo XXI. Ricardo se vuelve una alegoría de discursos violentos, de manipulaciones masivas y de estructuras que se sostienen sobre el engaño. Esta actualización resalta que el poder corrupto no pertenece a una época, sino que se reinventa en cada crisis. La imagen final condensa esta lectura: un muñeco yace muerto y sobre él descansa la corona, inmóvil y expectante. El tirano pierde su cuerpo, pero no el símbolo que lo sostuvo, que permanece disponible para quien desee ocupar su lugar. La obra deja así una inquietud persistente: la caída de un individuo no garantiza la caída del sistema que lo engendró.
Ricardo III, Yo nací roto propone un cruce entre lo clásico y lo actual, entre la tragedia histórica y la política que respiramos hoy. El texto se convierte en un espejo que revela la fragilidad del poder y la seducción de su brillo. En ese reflejo, la corona pesa más que nunca, y su fulgor sigue convocando a quienes estén dispuestos a cargarla, aun a costa de su propia ruina.
Crédito de fotos: gentileza de producciones La cuarta pared.

