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Soy María del Rosario Goñi. Licenciada en crítica de artes, egresada de la Universidad Nacional de las Artes. Me especializo en Teatro. Bienvenidos a mi blog.

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Teatro

Los cuerpos del odio

mayo 17, 2023
28 veces leido

G.A.R.S.O Gastar Aire Repartiendo Solamente Odio, de Martín Filiberti. Dirigida por Martín Filiberti. Con Gustavo Leiva, Facundo Manuel, Her Müller. En El Medio Aljibe, calle 11 1674 e/ 66 y 67 La Plata. Próximas funciones: domingo 6 y 13 de abril de 2025, 20 horas.

Transcurría el 2010, año en el cual Griselda Gambaro dijo que le importa “un teatro que sirve, un teatro útil en relación con la contingencia cotidiana”. Ese mismo año se sancionó en nuestro país la Ley de Matrimonio Igualitario. En un 2011 en ciernes, un prefecto de una Fuerza de seguridad, Octavio Romero, iba a concretar su sueño de casarse con su pareja, una persona de su mismo género. Eso nunca ocurrió. Su cuerpo sin vida apareció en las aguas del Río de la Plata. La muerte aún se investiga.

Un tiempo no lineal es la estrategia elegida para contar un relato verídico. El dispositivo escénico se configura con precisos objetos dispuestos para dotar de sentido a la trama, con un evidente propósito conceptual. Tres actores dan cuerpo a los personajes y construyen una tragedia que no escatima en derrochar dolor, aunque dosificado por el bálsamo del amor inmortalizado.

La poiesis se construye a través de diversos recursos que el director, Martín Filiberti, dispone en escena con absoluta sagacidad para la producción de sentido. Una caja ubicada en el proscenio nos representa la metáfora del encierro y, al desarmarse, construye nuevas lecturas. Voces en off rescatan las manifestaciones de conquista del 15 de julio de 2010, con motivo de la tan ansiada ley. El marco teatral amplía sus dimensiones y ubica a los personajes más allá del escenario propiamente dicho. El personaje que encarna la violencia será quien interpele al espectador ubicándose a su lado, porque, si de juzgar se trata, cualquiera lo puede hacer. El sentido se construye entre lo que vemos y lo que no vemos, ya que el entramado de corrupción opera a través de fuerzas invisibles.

Her Müller y Facundo Manuel son de la partida. Los actores encarnan a Octavio y Gabriel, la pareja que solo quería ser feliz al consolidar su amor en un contrato legal. Ofrecen sus cuerpos al servicio del lenguaje teatral, realizan la ceremonia de la seducción y conquista, embellecen con gestos y palabras el estado de enamoramiento. Permiten que la información trascienda sus cuerpos para reflejar las distintas formas en que operan la humillación, el juzgamiento, la discriminación, la tortura y el amor. Ellos acuden al juego, logran que la violencia sea soportable y el amor una conquista por la que vale siempre la pena luchar.

Filiberto inviste con absoluto dramatismo la escena de humillación y tortura hacia Octavio. Emula la recordada escena de La malasangre de Griselda Gambaro al colocar en proscenio al actor Her Müller, quien, con indiscutible entrega actoral, se desnuda como símbolo explícito de degradación e indignidad. A partir de entonces, su cuerpo será un objeto de manipulación por parte del agresor, interpretado por Gustavo Leiva. Ese personaje que se apropia de los estereotipos representativos de la repugnancia, la opresión y el abuso del poder, ríe con ensordecedora presencia.

El fin de obra se articula con el sentimiento de impotencia a flor de piel, porque en la telaraña de violencia yacen los cuerpos del odio con indiferencia. El público, que tenso aguarda la resolución, expresa, con llantos y silencios de ultratumba, su conmoción. No hay finales épicos para el teatro cuando la realidad supera el horror mismo. Sucede que si no confrontamos con acciones artísticas las injusticias del presente, los vulnerables lo serán aún más. El gesto teatral permite el desarrollo de la empatía en un público presente, en el aquí y ahora, que abraza la misma bandera contra la impunidad y convalida “un teatro que sirve”.

Fotografía por Camila Scrivano.

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